El caballo de Troya que amenaza la democracia europea
La desinformación y las noticias falsas se han convertido en una de las herramientas más eficaces para desestabilizar sistemas democráticos, actuando como un auténtico caballo de Troya que busca minar desde dentro proyectos tan ambiciosos como el europeo. Este proyecto, con sus aciertos y errores, ha logrado garantizar la paz y la democracia en el continente. Sin embargo, se enfrenta a desafíos constantes por parte de actores internos y externos que emplean estrategias de manipulación informativa para socavar la confianza en las instituciones.
La expansión de las redes sociales y el acceso masivo a la información han facilitado la difusión de contenidos falsos y emocionalmente cargados. Plataformas como Facebook, X (anteriormente Twitter), TikTok y YouTube potencian el alcance de mensajes sensacionalistas mediante algoritmos diseñados para maximizar la interacción y favorecer la viralidad, fenómeno conocido como "firehosing". Además, existen sitios web y medios alternativos, incluidos entre ellos aquellos de dudosa procedencia o medios estatales prorrusos como Sputnik y RT, que actúan como instrumentos de propaganda al difundir narrativas alineadas con intereses geopolíticos, especialmente en el contexto del conflicto entre Ucrania y Rusia. Además, a esto tenemos que sumar la automatización mediante bots y la existencia de granjas de troles, que permiten amplificar contenidos de baja credibilidad en las primeras fases de difusión, generando una impresión de consenso masivo antes de que los mensajes sean replicados por usuarios reales.
Estudios indican que una proporción significativa de usuarios, tanto en Estados Unidos como en España, consume sus noticias a través de las redes sociales, lo que los expone a narrativas manipuladas. En Estados Unidos, aproximadamente el 44% de la población obtiene noticias exclusivamente de estas plataformas, mientras que en España, hasta 4 de cada 10 internautas confirman esta práctica. La generación Z, a pesar de mostrar una notable capacidad para detectar noticias falsas gracias a su "sensibilidad informativa", consume la mayoría de su contenido a través de plataformas como TikTok y X. Esta dependencia de algoritmos de recomendación, que filtran y priorizan información según intereses y opiniones de usuarios con ideas similares, puede llevar a una exposición intensificada a mensajes polarizadores y a una confianza basada más en la opinión de influencers que en una verificación objetiva de la veracidad de la información. En cambio, las generaciones mayores tienden más a confiar en medios tradicionales como la televisión o la prensa escrita. No obstante, cuando estos medios son influidos por narrativas manipuladas, su susceptibilidad a recibir información falsa sin una verificación adecuada se incrementa.
Un ejemplo de cómo los medios de comunicación tradicionales pueden ser influenciados por narrativas manipuladas pudo verse claro en el marco de las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos, cuando la cadena Fox News acusó a las empresas Dominion y Smartmatic de manipular los resultados electorales. Esta acusación, carente de pruebas, desencadenó demandas multimillonarias contra la cadena, según la información verificada y publicada en Newtral.
Fuente: https://www.newtral.es/fox-bulos/20230420/
En cuanto a los propagadores de desinformación, es importante destacar que actores estatales, especialmente gobiernos como el ruso y el chino, utilizan campañas de desinformación para influir en la opinión pública. La desinformación ha adquirido una dimensión especial en el contexto de los conflictos en Europa. Desde la invasión rusa de Ucrania, se han desplegado campañas masivas que utilizan deepfakes, vídeos manipulados y narrativas revisionistas para distorsionar el conflicto, justificar la intervención rusa y desacreditar la ayuda internacional a Ucrania.
El impacto de la desinformación en la democracia es profundo, ya que erosiona el acceso libre y veraz a la información, elemento fundamental para que los ciudadanos puedan tomar decisiones informadas. Cuando la desinformación se propaga sin control, se debilita la confianza en las instituciones y se altera la formación de una opinión pública bien informada, lo que puede llevar a procesos electorales manipulados y a una creciente inestabilidad política. Este efecto se ve agravado por el papel de las emociones, las noticias falsas apelan a sentimientos primitivos como el miedo, la ira o la sorpresa, lo que induce a los usuarios a compartir la información rápidamente sin verificarla, facilitando su propagación masiva.
La lucha contra la desinformación es tarea de todos. Gobiernos, plataformas tecnológicas y la sociedad civil deben trabajar conjuntamente. La educación mediática es esencial para que los ciudadanos desarrollen un pensamiento crítico que les permita identificar noticias falsas. Además, la regulación del contenido en redes sociales debe encontrar un equilibrio adecuado entre la libertad de expresión y la necesidad de detener la propagación de información malintencionada.
Como afirmó la periodista de televisión española, Silvia Intxaurrondo “Necesitamos salir de ese ruido continuo que confunde los hechos con las opiniones y sobre todo necesitamos explicar que no es equidistante poner a la misma altura a un charlatán y a un científico, a un agresor y a un agredido, a una información veraz y a un bulo manifiesto”.
La desinformación no es un mero problema de “fake news”, sino una estrategia deliberada para minar la confianza en nuestras instituciones. Necesitamos mayor rigor y transparencia en la verificación de la información, tanto de los medios tradicionales como de las plataformas digitales. Solo a través de un compromiso colectivo podremos romper con el ciclo de manipulación y proteger la integridad de nuestra democracia y el futuro del proyecto europeo.